Sáb. Dic 7th, 2024

Volvemos con la continuación de los relatos sobre la Era de los Mitos del trasfondo de Age of Sigmar. Hoy concluimos esta época misteriosa con las acciones de los dioses que prepararon todo para el retorno de los Dioses Oscuros:

Intrigas en el Panteón:

Aunque la Era de los Mitos fue un tiempo de esplendor y utopía, las semillas de la ruptura del Panteón de Sigmar ya comenzaban a germinar.

Algunos miembros del panteón estaban desorientados y empezaban a alejarse de la visión inicial. El más rebelde era Gorkamorka, el dios de dos cabezas de los pielesverdes, cuyo carácter indomable comenzaba a ser problemático. Para contener su naturaleza beligerante, Sigmar le asignó la tarea de despejar las regiones salvajes. Durante un tiempo, Gorkamorka se tomó en serio su rol como cazador de monstruos y barrió las vastas llanuras de Ghur de bestias peligrosas.

Tyrion, Teclis y Malerion ayudaron en la creación de las nuevas civilizaciones, pero su prioridad siempre fue encontrar a los de su raza. A pesar de sus esfuerzos, no encontraban rastro alguno de los Aelf. Sin embargo, estaban atormentados por sueños donde oían gritos lejanos de agonía, el sonido de almas condenadas sufriendo los castigos más crueles. Este tormento los llevó a enfocarse en la búsqueda de Slaanesh, el dios del Caos que había devorado las almas de la mayoría de los Aelf tras la caída del Mundo-que-fue. Esta obsesión les hizo dejar de lado, poco a poco, su compromiso con Sigmar.

Alarielle, por otro lado, se encontraba cada vez más distante ya que sentía morriña por el Mundo-que-fue y prefería dedicar su tiempo a cuidar sus extrañas cosechas en el Reino de la Vida. Sus periodos de reclusión se hicieron más prolongados, y cada vez le resultaba más difícil regresar a la Bóveda Celestial para los concilios, que no eran más que escenarios de constantes disputas entre los dioses. Aunque la Era de los Mitos parecía un tiempo de progreso, las semillas de la ruptura del Panteón de Sigmar ya comenzaban a germinar.

La actitud de Sigmar:

El propio Sigmar comenzó a causar descontento entre algunos de sus aliados debido a su actitud paternalista y su tendencia al secretismo. Teclis, en un intento de colaborar, le ofreció a Sigmar una de sus creaciones más avanzadas: los Ingenios de Iluminación, dispositivos capaces de otorgar un vasto conocimiento a aquellos que los usaran. Sin embargo, Sigmar, quien poseía un arsenal considerable de poderosas armas y artefactos obtenidos durante sus batallas contra las criaturas que dominaban los Reinos Mortales, estaba temeroso de que estas maravillas pudieran caer en las manos equivocadas. Decidió ocultar muchos de estos artefactos en las Criptormentas, un conjunto de escondrijos repartidos por todos los Reinos Mortales. Para garantizar que este conocimiento permaneciera oculto, pidió a Grungni, el dios Duardin, que alterara los Ingenios de Iluminación para que, en lugar de compartir sabiduría, pudieran ocultarla. Grungni, encantado de tener la oportunidad de deformar las creaciones de Teclis, transformó los Ingenios de Iluminación en los temidos Penumbral Engines, máquinas capaces de hacer que quienes estuvieran cerca olvidaran lo que les rodeaba. Grungni cumplió a la perfección su tarea y las criptas quedaron ocultas.

Sin embargo, una de las razones que motivó a Grungni fue su certeza de que Teclis terminaría descubriendo la manipulación, por algo es el dios del conocimiento. Y así fue. Cuando Teclis se dio cuenta de lo que Sigmar había hecho, lo tomó como un insulto personal. Al enterarse de la traición, Teclis compartió su indignación con su gemelo Tyrion, y ambos decidieron que Sigmar pagaría en el futuro por su arrogancia.

Los planes de Nagash:

Mientras tanto, Nagash continuaba expandiendo su poder, conquistando cada vez más Inframundos y aumentando su propio dominio. El Gran Nigromante no ocultaba su desdén hacia Sigmar, especialmente por la creación de ciudades y asentamientos de los vivos en el Reino de la Muerte, que Nagash consideraba de su propiedad. Sin embargo, disimuló sus intenciones, aparentando colaboración, e incluso envió legiones de muertos vivientes para ayudar en la construcción de estas ciudades. Lo que pocos sabían era que, bajo muchas de estas urbes, Nagash estaba edificando en secreto enormes ciudadelas subterráneas, diseñadas para cumplir con sus oscuros propósitos en el futuro. Durante esta época, el Gran Nigromante dio inicio a varios planes a largo plazo que asegurarían su dominio. El primero de estos proyectos fue la construcción de la Gran Pirámide Negra, una obra monumental cuyo verdadero impacto no se vería hasta siglos después.

El segundo fue la creación de los Ossiarch Bonereapers, su ejército definitivo. El primero de ellos fue Katakros, uno de los Mortarcas de Nagash, y con el tiempo seguirían muchos más. Cuando el resto del Panteón de Sigmar descubrió la creación de estos imponentes guerreros óseos, reaccionaron con hostilidad. Como resultado, Nagash se vio obligado a desterrar a su primera legión de Ossiarch a los confines del reino, mientras que el resto de sus creaciones fueron ocultadas en las ciudadelas subterráneas. Pasarían siglos antes de que estas temibles legiones emergieran para desatar su devastación sobre los Reinos Mortales.

La venganza de los Aelf.

 La búsqueda de Malerion y Tyrion para capturar a Slaanesh está llena de intrigas, ya que los Dioses Oscuros jugaron un papel fundamental en ella. Durante la destrucción del Mundo-que-fue Slaanesh logró capturar la gran mayoría de las almas del pueblo Aelf. Estas almas eran un manjar exquisito para el dios, ya que la pasión es una emoción profundamente arraigada en esta raza. Embriagado por el banquete, Slaanesh se entregó a la voracidad y, tras devorar las almas, quedó abotargado e indefenso. Se retiró a una guarida secreta para digerir su festín, pero a pesar de su cautela, no pudo escapar de las maquinaciones de Tzeentch, quien manipuló tanto a Khorne como a los nacientes dioses Aelf para que lo alcanzaran.

Tyrion y Malerion temían que apenas quedaran vivos algunos representantes de su antaño gloriosa raza. Junto con Teclis y Morathi, los dioses idearon un plan para capturar a Slaanesh y liberar las almas de su pueblo. Reclutaron a los magos más talentosos para que les ayudaran, y dedicaron décadas para prepararse. Lograron localizar a Slaanesh en Uhl-Gysh, una región oculta entre Ulgu y Hysh donde tendieron una trampa diseñada para atraparlo. Cuando finalmente lograron capturar al dios oscuro, extrajeron una enorme cantidad de almas Aelf de su interior, las cuales se distribuyeron para poder ser purificadas y reformadas.

El resurgir de una raza:

Sin embargo, muchas de las almas liberadas estaban corrompidas por el Caos. A partir de ellas nacieron los Idoneth Deepkin, así como muchas de las Hijas de Khaine. A pesar de esto, el pueblo Aelf en su conjunto emergió más fortalecido tras la captura de Slaanesh. Por un lado, el culto a Khaine de Morathi creció rápidamente, extendiendo su influencia y consolidando su poder en nuevas tierras. Los Idoneth, creados por Teclis, escaparon de su creador y se ocultaron en las profundidades del océano donde prosperaron.

Después del fallido intento con los Idoneth, Teclis perfeccionó sus métodos y logró crear un grupo más estable de Aelfs, conocidos como los Lumineth. Este nuevo pueblo Aelf desarrolló una cultura basada en el perfeccionamiento personal y la innovación, con el tiempo prosperaron en Hysh. Algunos de los Lumineth alcanzaron altos niveles de perfección mental, mientras que otros viajaban por los Reinos Mortales, cartografiando el terreno y adquiriendo todos los conocimientos que podían sin importar la disciplina.

Los Lumineth no veían la violencia como una solución inmediata. Cuando encontraban criaturas hostiles, en lugar de matarlas, intentaban adiestrarlas y domarlas o las liberaban en otros reinos si representaban un peligro mayor. Su capacidad para aprender nuevas ciencias, artes e idiomas era prodigiosa, logrando maestría en un campo específico en tan solo semanas. Sus ciudadelas y palacios se volvían cada vez más altos y ambiciosos con el paso de los años, reflejando su pasión por la perfección en todos los aspectos de la vida.

El primer ¡Waaagh!

Tal como había decidido el concilio de dioses, Gorkamorka condujo a los pielesverdes hacia los rincones más oscuros de los Ocho Reinos Mortales, explorando vastos bosques y enfrentándose constantemente a bestias monstruosas. Estas batallas servían para calmar temporalmente la sed de violencia de sus súbditos, pero no era suficiente. Gorkamorka, cansado de las órdenes y llegó al límite de su paciencia. De repente, Gorkamorka estalló en un furioso bramido que resonó a través de los cielos: «¡Waaagh!». Este grito de guerra, un rugido gutural y estremecedor, hizo que los pielesverdes enloquecieran aún más. La furia desatada dio lugar a una invasión salvaje y brutal, como un torrente vivo de violencia que arrasaba con todo a su paso, desde monstruos hasta antiguos aliados. Ciudades fueron reducidas a escombros, y ejércitos aplastados bajo la imparable carga de los orruks. El Gran ¡Waaagh! no se detuvo ante nada. Como una tormenta devastadora, recorrió los Ocho Reinos de un extremo a otro, dejando tras de sí un rastro de destrucción total. Cuando finalmente llegaron al borde del abismo del Fin del Mundo, Gorkamorka simplemente dio media vuelta y volvió a comenzar su ciclo de destrucción, arrasando civilizaciones que apenas comenzaban a reconstruirse tras su primer paso.

El fin de esta apocalíptica marea verde llegó únicamente cuando las propias tribus pielesverdes empezaron a luchar entre sí. Gorkamorka mismo se dividió en dos entidades separadas, cada una de ellas sumida en las constantes peleas internas que caracterizan a su raza. Desde entonces, Gorkamorka se ha reconstituido en varias ocasiones, y cada resurgimiento ha traído consigo un nuevo ¡Waaagh! que reúne a las hordas orruk más cercanas, desencadenando una oleada de violencia renovada. Sin embargo, ninguna de estas posteriores incursiones ha sido tan colosal ni duradera como la primera, ya que todas terminaron disolviéndose rápidamente en luchas intestinas.

Los que acechan en la oscuridad:

Mientras todo esto ocurría durante el paso de milenios había quien estaba observando desde las sombras, los dioses del Caos. Poco a poco alimentaron los peores deseos de la humanidad, esperando pacientemente su oportunidad, sin prisa. Finalmente, el creciente descontento y las fisuras dentro del Panteón de Sigmar proporcionaron a los poderes oscuros el escenario perfecto para poder actuar. Los poderes del Caos se infiltraron y provocaron el fin de la Era de los Mitos, marcando el inicio de la sombría Era del Caos.

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