
Tras apoderarse de Gothizzar, la Omnipuerta de Shyish, Archaon utilizó esta ventaja para lanzar sus ejércitos hacia la conquista de Todaspartes. Así comenzó la Guerra de Todaspartes, durante la cual las fuerzas del Mariscal del Apocalipsis devastaron la región, exterminando a sus habitantes y destruyendo su civilización. Una por una, las Omnipuertas sucumbieron a su avance, excepto una, la que conectaba con el Reino de Azyr.
Finalmente, Todaspartes cayó bajo el control del Caos, y su corrupción transformó la región en Ochopartes, un puente directo al Reino del Caos. Todas las rutas anexas a sus Portales del Reino fueron ocupadas, salvo la de Azyr. La victoria de Archaon en las Guerras del Nexo marcó el preludio del dominio absoluto del Caos sobre los Reinos Mortales.
El Ocari Dara: La Tragedia de los Lumineth
En su búsqueda de conocimiento supremo, los Lumineth desarrollaron el Teclamentari, una Escalera Tecliana que simbolizaba su progreso espiritual y mental. Cada peldaño requería superar arduas pruebas, poniendo a prueba la fortaleza y cordura de los aspirantes. Los más avanzados alcanzaban un estado tan iluminado que sus cuerpos resplandecían con pura sabiduría. Sin embargo, el zenit de la escalera seguía siendo inalcanzable.

Todo cambió cuando Teclis descubrió el Aetercuarzo, una piedra del Reino de Hysh que otorgaba iluminación a quienes la portaban, transformándolos en seres de luz en mente, cuerpo y espíritu. Sin embargo, este poder tenía un precio: el Aetercuarzo absorbía las emociones del usuario, sustituyendo su energía vital por su propia esencia.
El rápido progreso que los Lumineth lograron gracias al Aetercuarzo trajo consigo una oscura transformación. La competencia entre ellos se intensificó hasta volverse implacable. Las intrigas y sabotajes se convirtieron en la norma, y pocos se atrevían a reconocer el deterioro de su sociedad. El ansia de superación llevó a muchos a abandonar el sueño y a obsesionarse con su trabajo, buscando crear las torres más altas, obtener más reconocimiento o producir obras de arte sin precedentes. Magos y videntes conjuraron hechizos de un poder inimaginable, capaces de desintegrar la realidad misma. Aunque juraron que estos conjuros eran meramente disuasorios, su mera existencia reflejaba la creciente paranoia y desconfianza.
Los susurros de Slaanesh se infiltraron en las mentes más vulnerables, alimentando la envidia y el rencor. Pronto, las rivalidades desembocaron en un ciclo de acusaciones y venganzas. Todo comenzó cuando un compositor denunció a su rival por supuesta influencia demoníaca, y la disputa escaló hasta la destrucción mutua de sus torres. Mientras tanto, Tyrion y Teclis, ausentes del reino, ignoraban la gravedad de la situación.
La paranoia creció hasta desatar una guerra mágica entre facciones rivales. Los conjuros iniciales, concebidos para humillar, pronto adquirieron un carácter letal. Los Lumineth liberaron las armas mágicas más devastadoras que juraron nunca usar, desencadenando el OcariDara, o «Caída de la Aguja». Palacios enteros fueron reducidos a escombros con un solo hechizo, y algunas ciudades fueron arrasadas por completo. Las energías desatadas rasgaron la realidad, abriendo portales al Reino del Caos, por donde entraron demonios de Slaanesh que intensificaron la catástrofe.
Aunque algunos focos de resistencia Lumineth lograron combatir la invasión, gran parte de Hysh fue consumida por la guerra civil y la invasión demoníaca, dejando tras de sí un reino quebrado por el orgullo y la desesperación.
La Fragmentación del Panteón de Sigmar
Durante este periodo, el Panteón de Sigmar se desmoronó por completo, y sus miembros tomaron caminos separados, enfrentándose a destinos diversos.

Sigmar, acompañado de su inquebrantable aliado Grungni, lideró una retirada hacia el Reino de Azyr, ofreciendo refugio a millones de supervivientes de los distintos reinos. A medida que avanzaba la evacuación, clausuró todos los Portales del Reino que conectaban con Azyr, asegurando así su protección frente a las fuerzas del Caos. Sin embargo, esta decisión dejó a millones de habitantes de los demás reinos a merced de sus despiadados invasores.
Mientras tanto, Nagash tardó siglos en recuperarse del golpe, reapareciendo con fuerza durante los albores de la Era de Sigmar. A pesar de su estado debilitado, ordenó a Arkhan el Negro supervisar la construcción de su imponente Gran Pirámide Negra.
Por su parte, Malerion, Tyrion y Teclis colaboraron en la creación de un velo mágico que ocultaba Azyr, con el propósito de frustrar los intentos de Tzeentch por descubrir los planes de Sigmar. Una vez completada esta tarea, cada uno se retiró a sus propios dominios para preparar sus defensas contra la inevitable embestida del Caos.
Gorkamorka, tras la derrota sufrida en la Batalla de los Cielos Ardientes, se dividió nuevamente en sus dos aspectos: Gork y Mork. Aunque resulta difícil rastrear sus movimientos, es probable que se refugiara en Ghur, el salvaje Reino de las Bestias.
Alarielle continuó luchando en la Guerra de la Vida. Consumida por la desesperación, Alarielle se replegó en remotos parajes incorruptos, mientras muchos de sus hijos e hijas luchaban, sin éxito, por liberar sus tierras de los invasores.
El Reinado del Caos y la Creación de Ochopartes
Tras el desenlace de las Guerras del Nexo, los Reinos Mortales se sumieron en un siglo de masacres. Hordas de criaturas malignas invadieron sus tierras, llevando la destrucción a cada rincón. Una vanguardia de Bloodthirsters asedió la ciudad fortificada de Ulgarod, inundando sus calles con ríos de sangre. En Chamontarg, indefensa ante el caos de Tzeentch, cada habitante fue transformado en fría piedra por la magia descontrolada. La devastadora Plagapútrida arrasó las más florecientes civilizaciones de Ghyran, mientras que Korghos Khul derramaba sangre sin fin sobre las áridas tierras del Gran Erial de Aqshy. Entretanto, el implacable avance de Archaon acabó con el último gran baluarte humano, el Imperio Lántico.
La desesperación reinaba. Las tierras mismas empezaban a desgarrarse y los límites de la realidad se desdibujaban, fundiéndose en un torbellino de locura: un nuevo Reino del Caos parecía surgir.

Por su lado Archaon convirtió Ochopartes en un bastión perfecto desde donde extender su dominio sobre la realidad. Para cimentar su control, esclavizó a millones de cautivos junto con los Fomoroids, titánicos constructores que antaño sirvieron a los señores de Todaspartes. Éstos levantaron la imponente Torre Varan, la fortaleza principal de Archaon.
En las cimas de la Torre Varan se erigieron portales que conectaban directamente con los Reinos del Caos, permitiendo que innumerables legiones demoníacas acudieran en auxilio de los ejércitos del Mariscal del Apocalipsis. La fortaleza se convirtió además en un campo de entrenamiento para la Varanguard, la élite guerrera de Archaon.
Bajo las órdenes del Elegido de los dioses oscuros, se construyó una extensa red de calzadas fortificadas que enlazaban con los portales conquistados. Cada uno de estos pórticos estaba protegido por intrincadas cadenas de fortalezas y atalayas interconectadas. Gracias a este dominio sobre los portales, salvo el que conducía a Azyr, las huestes de Archaon podían desplazarse rápidamente entre reinos, aumentando así sus conquistas.
La Larga Espera
Tras la clausura de los portales del Reino, comenzó en Azyr una era conocida como la Larga Espera. Durante cientos de años, los refugiados de los demás Reinos Mortales se asentaron en el Reino Celestial, aguardando el momento en que Sigmar lanzara su reconquista. La mayoría de ellos se establecieron en la monumental ciudad de Azyrheim, que floreció como un vasto crisol donde coexistían innumerables razas y culturas.

Durante este tiempo, Sigmar, con la colaboración de Grungni, trabajó incansablemente en la creación de su ejército definitivo: los Stormcast Eternals. El proceso de forja de estos guerreros era extremadamente complejo realizado a partir de almas de guerreros valientes y puros.
Estos guerreros eran concebidos como teóricamente inmortales, ya que, al morir, su esencia regresaba a Azyr en un haz de energía para ser reforjada nuevamente. Sin embargo, el proceso no estaba exento de peligros. Durante estos largos años, se forjaron miles de Stormcast Eternals, quienes se organizaron en distintas cámaras y dedicaron su tiempo al entrenamiento constante. Este ejército de élite tuvo su primera lucha en la Purga de Azyr, una campaña destinada a erradicar cualquier criatura o entidad que no fuera leal al Dios-Rey. Así, el Reino Celestial quedó purificado y preparado para la gran cruzada de reconquista que se avecinaba.
