Mar. Ene 14th, 2025

La Era del Caos fue una época sombría y llena de desesperación, su comienzo no está muy claro, sin que exista un evento concreto que lo desatara. La transición fue lenta y progresiva marcada por muchos factores y acciones tanto de los mortales como de los dioses.

El fin de los mitos

A medida que la unión del panteón de Sigmar comenzaba a desmoronarse, fuerzas sombrías se preparaban en secreto, reuniendo ejércitos con ansias de conquista. Todo aquello por lo que Sigmar había luchado estaba en riesgo de colapsar.

Mientras la Era de los Mitos avanzaba, ojos invisibles se posaban en los Ocho Reinos. Desde más allá de la realidad, los Dioses del Caos —Khorne, Tzeentch, Nurgle y el siempre insaciable Slaanesh— vigilaban, codiciando los reinos que Sigmar exploraba y las criaturas que allí habitaban, ansiosos por corromperlas y subyugarlas.

Antes de poder lanzar una invasión abierta, los poderes del Caos debían atravesar la frontera que separaba su reino del mundo mortal. Su existencia era desconocida para los habitantes de los Reinos Mortales, ya que los pocos supervivientes del Mundo-que-fue habían decidido ocultar su amenaza y evitar que acumulasen poder. A pesar de todo, los dioses ruinosos hallaron formas de infiltrarse en los Reinos Mortales, con estrategias sutiles.

Acciones como conspiraciones, codicia, envenenamientos, plagas de alimañas o la belicosidad alimentaron paulatinamente a los dioses del caos, que se fortalecían en su reino y aumentaban su influencia sobre los mortales. De esta manera, las primeras incursiones demoníacas en los Reinos Mortales cobraron fuerza, con ataques breves, protagonizados por pequeños ejércitos que se lanzaban a masacres frenéticas y desaparecían tan rápido como habían surgido. Cuando los Dioses del Caos unieron sus fuerzas y lograron abrir brechas cada vez mayores, el número de demonios que llegaban a los Reinos Mortales se incrementó exponencialmente.

Las fuerzas del Panteón de Sigmar pudieron rechazar las primeras incursiones, pero pronto se vieron desbordados por las hordas que llegaban del Reino del Caos, en una guerra de desgaste que sumió los Reinos en la desesperación.

Un Panteón Fracturado

Las tensiones entre las deidades del Panteón de Sigmar fueron aumentando hasta la ruptura definitiva. La muerte de Grimnir, el dios de los duardin, en un enfrentamiento colosal contra Vulcatrix, fue un duro golpe para la alianza. Nagash y Alarielle ignoraban la causa común centrándose en sus propios dominios. Los dioses Aelfos, Malerion, Tyrion y Teclis estaban obsesionados con la caza de Slaanesh y la recuperación de almas. Este prolongado esfuerzo debilitó la Gran Alianza, y cuando los tres dioses regresaron a sus reinos, los encontraron ya bajo el ataque del Caos. Obligados a defender sus territorios, no pudieron unir sus fuerzas con las de Sigmar para presentar un frente común contra los poderes ruinosos. Gorkamorka, continuaba con el Gran ¡Waaagh!, un conflicto caótico y devastador que sumió a gran parte de los Ocho Reinos en guerras internas sin sentido. Cada dios luchaba en solitario contra las crecientes incursiones demoníacas sin ofrecer una resistencia unificada y coordinada. Alarielle se sintió traicionada al regresar a Ghyran tras bendecir tierras en otros reinos, pues su hogar había sido corrompido por el jardín de Nurgle. Rota ante la situación, dejó de lado a Sigmar y al Panteón para centrarse en su propia tierra.

El Auge del Caos

El cautiverio de Slaanesh propició que durante años los otros Dioses Oscuros se enfrentaran entre sí por los territorios de su compañero atrapado. Sin embargo, su ansia de conquista los llevó finalmente a poner su mirada en un premio aún mayor: los Ocho Reinos.

Las primeras incursiones demoníacas trajeron devastación. Ciudades enteras cayeron y naciones fueron arrasadas por los ejércitos del Caos cuyo número aumentaba. Ni siquiera las civilizaciones más disciplinadas y marciales lograron resistir los incesantes asaltos. Sin embargo, de la desesperación surgió la resistencia, y los ejércitos de Azyr, hasta entonces intactos por las invasiones, descendieron para socorrer a sus aliados asediados.

Las Gestas de Sigmar

Los mayores ejércitos del Caos eran liderados por los temibles Tetrarcas de la Ruina, demonios de gran poder que encabezaban las oleadas de destrucción. Sigmar, encolerizado por la amenaza creciente, se enfrentó personalmente a estos monstruos. En Ghyran, dio caza a la Gran Inmundicia Feculox, persiguiéndola hasta la Ciudad de las Ramas, donde finalmente le asestó un golpe mortal. En las abrasadoras llanuras de Aqshy, derrotó a An’ggrath el Exaltado, desbaratando su hueste de Khorne. No todos los combates resultaron tan directos. Kiathanus, un Señor de la Transformación al servicio de Tzeentch, encerró al Dios-Rey en un laberinto de ilusiones diseñado para atraparlo eternamente. Sin embargo, la voluntad indomable de Sigmar le permitió romper el hechizo y liberarse. Luxcious, un Guardián de los Secretos, intentó seducir al Dios-Rey en nombre de Slaanesh, pero el odio puro de Sigmar hacia el Caos lo hizo inmune a las tentaciones, y el demonio terminó humillado ante su desprecio.

El Ascenso de Archaon

Las derrotas iniciales no disuadieron a los Dioses Oscuros, y su campeón, Archaon el Elegido Eterno, aprovechó la situación para unir a los señores demoníacos bajo una causa común. Con mucho esfuerzo y sangre derramada, tras mucho tiempo, logró consolidar las fuerzas del Caos en un ejército unificado y dirigirlo para la invasión total de los Ocho Reinos.

Lo que siguió fue una guerra prolongada y feroz. Héroes legendarios surgieron en ambos bandos, y los dioses mismos descendieron al campo de batalla para apoyar a sus seguidores. Fue una época de gestas épicas y amargas derrotas, marcada por el fuego, el acero y la ambición desmedida. La guerra estaba en su apogeo, y la espada de Damocles se cernía sobre los Reinos Mortales a punto de caer.

El Inframundo Bajo Asedio

En el pasado, la alianza entre Nagash y Sigmar había sido un pilar fundamental del desarrollo de los Reinos Mortales. Ambos dioses se reconocían mutuamente como fuerzas cósmicas esenciales, y su cooperación permitió el rápido crecimiento de sus respectivas civilizaciones.

Cuando las fuerzas ruinosas comenzaron a atacar Shyish, Nagash abandonó cualquier otro propósito para centrarse en la defensa de su dominio. La construcción de las nuevas ciudades se detuvo abruptamente, y el Gran Nigromante dirigió su atención hacia sus vastas explotaciones. Fue entonces cuando Archaon, el Elegido Eterno, vio una oportunidad única para asestar un golpe decisivo al Reino de la Muerte.

La Invasión de Shyish

Archaon lanzó una invasión masiva sobre Shyish. A su mando marchaban decenas de miles de esclavos bárbaros, las fuerzas de élite de la Varanguard y una legión de Skaven dispuestos a traicionar a cualquiera con tal de obtener su recompensa. Por si no fuera suficiente, los hechiceros del Caos invocaron legiones demoníacas que se unieron al asalto, creando así una horda invasora de un poder nunca antes visto en los Reinos Mortales. Sigmar no envió ayuda alguna para defender Shyish lo cual sería un agravio que Nagash nunca olvidaría, aislándolo aún más y separándose del resto de dioses.

Nagash se vio obligado a liderar personalmente a sus ejércitos contra la invasión del Caos, desatando las legiones de no muertos en una serie de batallas brutales que pasaron a la historia como la Guerra de los Huesos. Aun así, el Gran Nigromante no pudo detener la arremetida. En la culminante Batalla de los Cielos Negros, Nagash se enfrentó directamente a Archaon, allí desplegó todas sus artes oscuras y comandó a incontables guerreros esqueléticos, sin embargo, no pudo obtener la victoria y cayó ante el Campeón de los Dioses del Caos.

La Caída de Nagash

La derrota de Nagash en los Cielos Negros fue devastadora. Sin la intervención de sus fieles Mortarcas, el Gran Nigromante habría sido destruido por completo. Incluso así, su cuerpo destrozado tuvo que ser resguardado en el oscuro enclave de Stygxx, donde sus seguidores lo ocultaron para evitar que los ejércitos del Caos destruyeran lo que quedaba de él. La invasión del Caos dejó a Shyish en ruinas, el legado de Nagash no terminó ahí. Desde las sombras, el Gran Nigromante comenzó a planear su retorno, lleno de odio tanto hacia los invasores del Caos como hacia aquellos que lo habían abandonado en su momento de necesidad. Su derrota sería solo un capítulo más en su eterna lucha por la dominación de la muerte y el control absoluto sobre todos los reinos.

Próximamente continuaremos con una nueva parte del trasfondo de Age of Sigmar, esperamos que lo estéis disfrutando y os inspiren a recrear batallas en vuestras mesas de juago. Suerte con los dados.

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