
Volvemos con el trasfondo de Age of Sigmar, seguimos aproximándonos a la situación actual de Los Reinos Mortales. Nos vamos a centrar en los planes del derrotado Nagash tras ser vencido por Archaon. Los planes faraónicos del Señor de la Muerte llegarán a causar gran impacto en el devenir de los acontecimientos.
Nagashizzar y la Gran Pirámide Negra de Nagash
Tiempo atrás, en la Era de los Mitos, Nagash decretó que la influencia de la muerte de Nagashizzar, su capital, debía extenderse a todos los Reinos Mortales. Para ello su más leal sirviente, Arkhan el Negro construyó en Nagashizzar una pirámide invertida de colosales proporciones, formada por bloques de Tumba-Arena cristalizada. Esta sustancia, la Piedra del Reino propia de Shyish, se encontraba por lo general en los límites del reino, mientras que Nagashizzar se alzaba en su centro, a una distancia inmensa. Sin embargo, para la muerte, esto no era problema alguno.
Durante milenios, legiones de no muertos emprendieron un viaje interminable a través del reino de la muerte: cada uno de ellos cruzaba los páramos de Shyish, recogía un único grano de Tumba-Arena y regresaba con él a Nagashizzar, para luego repetir la travesía una y otra vez. Arkhan el Negro supervisó con diligencia esta operación, que continuó incluso durante la Era del Caos, mientras su amo se recuperaba de las heridas infligidas por Archaon en la Batalla de los Cielos Negros. Fue tras aquella oscura era cuando Nagash comprendió plenamente la urgencia de su antiguo plan. Durante sus años de convalecencia, el gran nigromante se dio cuenta de que no lograba recuperar sus fuerzas con la rapidez que cabría esperar. Finalmente comprendió la verdad: las almas que le correspondían por derecho estaban siendo robadas. A los Dioses del Caos —acostumbrados a quedarse con las almas de sus fieles— se habían sumado nuevos usurpadores.
Entre ellos se encontraba Sigmar, al que Nagash empezó a llamar despectivamente el ladrón, debido a la creación de sus ejércitos de Stormcast Eternals tomando las almas de grandes guerreros, resucitándolos una y otra vez mediante la Reforja. Incluso se había apropiado de las almas de héroes que descansaban en Shyish, sumándolos a su causa en un acto que Nagash consideró una ofensa personal. Pero Sigmar no fue el único en traicionarlo: los dioses élficos también se habían quedado con las almas que antaño había engullido Slaanesh, y los Sylvaneth de Alarielle reciclaban las almas de sus muertos para alimentar sus esencias vitales. Nagash aprovechó el final de las Guerras por los Portales para reconquistar su antigua capital. Tras aniquilar a las fuerzas del Caos que Archaon había dejado vigilando las ruinas de Nagashizzar, dio inicio a su reconstrucción. La construcción de la Gran Pirámide prosiguió sin demora, y el gran nigromante comenzó a preparar un ritual de poder inimaginable. Este hechizo requeriría la energía acumulada en la pirámide y, con ella, Nagash pretendía erradicar toda vida de los ocho reinos de un solo golpe.
Paralelamente, el Señor Supremo de los No Muertos envió a sus Mortarcas a cumplir misiones clave para la inminente contraofensiva. Los espías de Neferata se infiltraron en las Ciudades de Sigmar, mientras las despiadadas huestes de Manfred von Carstein lanzaban ataques relámpago sobre objetivos estratégicos. Arkhan el Negro, por su parte, continuó supervisando la construcción de la pirámide, buscó conocimientos ocultos dispersos por los Reinos Mortales, y exploró el Reino de Ulgu en busca de pistas sobre el paradero de Slaanesh.
Los Portentos Malignos
A medida que se acercaba el momento en que la Gran Pirámide Negra de Nagash estuviera completa y el gran nigromante ejecutara su ritual, comenzaron a notarse los efectos de esta masiva acumulación de energía en el resto de los Reinos Mortales. Estos efectos fueron conocidos como los Portentos Malignos.
En sus inicios, esta sombra se extendió de forma lenta e insidiosa, y fue mayormente ignorada: cultivos en los que aparecían súbitamente restos humanos, leche que se transmutaba en sangre, aldeanos que caían en comas profundos o sirvientes que encontraban inexplicables huellas ensangrentadas en los palacios en los que servían. Poco a poco los efectos empeoraron, y en el segundo mes llegaron las primeras muertes: luces misteriosas que guiaban a los incautos hacia zonas neblinosas de las que nunca regresaban, cuchillos que adquirían vida propia y empalaban a sus propietarios, o manos esqueléticas que emergían súbitamente de las tumbas para engullir a los visitantes de los cementerios. Aunque estos fenómenos se manifestaron principalmente en Shyish, también se reprodujeron en el resto de los Reinos Mortales, incluso en la sagrada Azyr. Los Portentos Malignos fueron constantes durante toda la Era de las Tribulaciones, aumentando en intensidad a medida que pasaba el tiempo y siendo el origen de numerosos conflictos, como los diferentes asedios a la Ciudad Libre de Excelsis.
Las distintas alianzas se movilizan
Gradualmente, las diferentes facciones tomaron conciencia de la gravedad de los Portentos Malignos y su relación con Shyish, hasta que finalmente comenzaron a actuar en consecuencia. Sigmar no envió de inmediato a sus ejércitos a Shyish ni comenzó una movilización militar, sino que optó por una estrategia de investigación. Ordenó el envío de centenares de meteoritos ricos en Piedra del Reino de Azyr a los Reinos Mortales. Los Lord-Ordinator, ingenieros videntes de los Stormcast Eternals, acudieron rápidamente a los lugares donde impactaron los meteoritos para construir torres desde las que discernir el futuro y actuar con sabiduría.
El resto de las naciones de la Alianza del Orden también tomaron medidas ante la creciente amenaza de los no muertos. Las Ciudades Libres reforzaron sus defensas y contrataron a mercenarios Fyreslayers. La propia Morathi viajó hasta Hammerhal para convencer a sus gobernantes de la urgencia de enviar tropas a Shyish y frustrar los planes de Nagash antes de que fuera demasiado tarde. Poco después, se formalizó la alianza entre las Hijas de Khaine y las Ciudades de Sigmar. Por su parte, Alarielle, diosa de la Vida, sintió profundamente los efectos del ritual nigromántico y envió a Drycha Hamadreth, la más feroz de sus hijas, con la misión de detener al Gran Nigromante.
El Caos responde
Los Dioses Oscuros, enfurecidos, enviaron a sus seguidores poderosas visiones exhortándolos a detener los planes de Nagash. Ya fuera mediante estallidos de rabia, sueños proféticos, moscas de tres ojos, versos hipnóticos repetidos sin cesar o misteriosas ratas albinas susurrantes, los líderes de muchas tribus y naciones guerreras recibieron la llamada divina. Aquellos que veneraban por igual a los diferentes Poderes Ruinosos experimentaron epifanías reveladoras, en las que se les mostró el patrón completo de lo que estaba ocurriendo.
Entre ellos destacó Marakarr Blood-Sky, una poderosa reina guerrera Darkoath enviada por los dioses para reunir un vasto ejército y llevarlo hasta Shyish.
Por su parte, los Gaunt Summoners de Archaon vislumbraron desde sus Torres Plateadas las hebras del destino que conducían a los planes de Nagash. Decididos a favorecer los designios de Tzeentch, desbaratar los planes del nigromante y, de paso, acercarse a su ansiada liberación del control de Archaon, comenzaron a mover sutilmente las piezas de una compleja red de eventos que alteraría el porvenir de los Reinos Mortales.
El Waaagh! contra la muerte
Finalmente, incluso los principales profetas y visionarios de Gorkamorka empezaron a recibir señales y presagios. Entre ellos destacaron los shamanes cavernarios grot, quienes, guiados por un consumo excesivo de setas alucinógenas, accedieron a poderosas visiones. En estas visiones vieron a legiones de muertos vivientes masacrando a las tribus orruk.
Convencidos de que habían sido tocados por la voluntad de Mork, estos profetas esparcieron rápidamente la advertencia. No tardaron en reunir a grandes huestes de pielesverdes, dispuestas a lanzarse sobre Shyish y liberar nuevamente el poder del Waaagh!, esta vez en contra del mismísimo Nagash.





